A veces, estas personas casi siempre desconocidas, adquieren cierta notoriedad en su ámbito por su especial dedicación a los problemas del pueblo, a la divulgación de su historia y su patrimonio, o a enseñar a propios y foráneos los tesoros artísticos que alberga su localidad. Voy a personalizar en un nombre concreto la tarea desarrollada por algunos de ellos.

El pasado día 4, falleció Gerardo Zúñiga Suberbiola en vísperas de cumplir 100 años, ya que había nacido en Los Arcos en 1923. Dedicó toda su vida laboral a trabajar en el taller familiar de carros y serrería, convertido después en carpintería. Pero Gerardo, hombre inquieto, curioso y autodidacta, tenía otras muchas ocupaciones. Señalaré las tres que me parecen más significativas.

En primer lugar, su obsesión por conocer la historia de la villa y darla a conocer. A base de ilusión y horas recopiló los datos escritos sobre Los Arcos, indagó lo que pudo en el archivo municipal y parroquial, tarea nada sencilla si no se tienen de partida conocimientos académicos sobre ello, y se apoyó en los que, como Víctor Pastor, trabajaron de forma más profesional y sistemática. Durante muchos años enseñó la iglesia a todo el que se lo pedía con su estilo inconfundible, y acompañó a vecinos y forasteros en su visita por las calles del pueblo para contar la letra grande y pequeña de los palacios y los escudos nobiliarios. Cofrade ejerciente de San Blas, cada 3 de febrero, tras la misa y la degustación del abadejo, el bocadillo de chistorra, la rosquilla, y el pan y el vino bendecidos, buena parte de los cofrades pasábamos por su casa para probar el vino nuevo, visitar su colección etnográfica y rememorar historias del pueblo.

En segundo lugar, su preocupación por salvaguardar los restos arqueológicos de los diversos yacimientos de la zona, que él conocía muy bien. Siempre respetuoso, frente a otras iniciativas agresivas de furtivos o aficionados tan torpes como bienintencionados, Gerardo se limitaba a recoger restos situados en superficie, informar de posibles yacimientos y alertar a las autoridades de restos de interés aparecidos en obras y desmontes. Buena parte de estas pesquisas, con otros elementos de valor etnográfico, los reunió en la bajera de su casa, donde ordenadamente expuestos, disfrutaba mostrándolos a los visitantes.

Y, en tercer lugar, su pionera relación con el Camino de Santiago. Él ha sido, desde los años ochenta, el alma del movimiento jacobeo en la población y a él se deben las primeras iniciativas para dotar de una asociación a la localidad. Junto con un grupo de mujeres, comenzó a sellar las credenciales y a recoger a algunos peregrinos desde 1992. Esos espacios dieron paso a la apertura de un albergue formal, ubicado en las casas de los maestros de las viejas escuelas de la localidad. Desde 1997, el albergue es atendido por una serie de hospitaleros voluntarios belgas que se suceden año tras año en el cuidado y atención del peregrino. El grupo incipiente se asoció a la agrupación de Navarra, hasta que en el año 2012 se independizó y paso a denominarse “Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Los Arcos”. Algunos años después, la Asociación de Estella premió su buen hacer; en 2011 fue uno de los presidentes que recogió la Medalla de Oro de Navarra; y en su solemne funeral en la iglesia de Santa María, tan familiar para él, estuvo acompañado de significados representantes del movimiento jacobeo.

Deseamos que Gerardo Zúñiga descanse en paz a la vera de la ruta jacobea, y que su trabajo desinteresado sea un ejemplo para quienes hoy y mañana, como ayer, dedicamos parte de nuestro tiempo a la conservación y realce de una ruta que representa lo mejor de nuestra cultura y nuestros valores.